El acoso escolar no es un problema nuevo ni aislado, y lo que primero que hay que hacer en estos casos es identificar la víctima y el agresor. Y tener la consciencia de que ambos sufren, y por lo tanto, necesitan ser atendidos y tratados.
El bullying puede ser sexual, cuando existe un asedio, inducción y abuso sexual; puede tratarse de una exclusión social cuando se ignora, se aísla y se excluye al otro; puede ser psicológico, cuando existe una persecución, intimidación, tiranía, chantaje, manipulación y amenazas al otro; y puede ser físico, cuando se golpea, empuja o se organiza una paliza al acosado.
El agresor de bullying
Normalmente, el agresor tiene un comportamiento provocador y de intimidación permanente. Posee un modelo agresivo en la resolución de conflictos, presenta dificultad para ponerse en el lugar del otro, vive una relación familiar poco afectiva, y tiene muy poca empatía. Según los expertos criminalistas y psicólogos, un niño puede ser autor de bullying cuando solo espera y quiere que hagan siempre su voluntad, cuando le gusta probar la sensación de poder, cuando no se siente bien o no disfruta con otros niños.
El bullying escolar se lleva a cabo cuando el agresor sufre intimidaciones o algún tipo de abuso en casa, en la escuela o en la familia, o cuando es frecuentemente humillado por los adultos, o cuando vive bajo constante presión para que tenga éxito en sus actividades. Los agresores ejercen su acción contra su víctima de diversas formas: les golpean, molestan, provocan, acosan con empujones y golpes, les nombran de una forma desagradable o despectiva, les generan rumores, mentiras o bulos, les aíslan del grupo, les ofenden y les anulan.
La víctima de bullying
Habitualmente, son niños que no disponen de recursos o habilidades para reaccionar, son poco sociables, sensibles y frágiles, son los esclavos del grupo, y no saben reaccionar por vergüenza o conformismo, siendo muy perjudicados por las amenazas y agresiones.
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Al considerar el Bullying como un suceso universal se le adjudican causas y sentidos. Cuando los golpes e insultos en la escuela son, para muchos, parte de la integración al grupo, una forma de afecto y placer posibles, de disfrute sobre el otro. Ello no quiere decir que entonces deban permitirse o motivarse, sino que de inicio debemos preguntarnos sobre el sentido de que alguien insulte o golpee a otro, ver cada acto en singular (¿A quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Qué sucedió?) y no conductas psicopatológicas violentas en la escuela, sino expresión del ambiente laboral, deportivo, económico, político, judicial, “adulto” y “normal” de todos los días.
¿Cuál es el placer que se experimenta al golpear o dejarse golpear con las palabras o los puños? La burla y los chistes apuntan hacia una debilidad del otro siempre compartida, esa debilidad de la cual también participo, y por ello siento que me mira, por eso río y odio.
El psicoanálisis permite reconocer en lo extraño de la vida (el cuerpo y el sufrimiento; lo incomprensible de sí-mismo ) las partes propias reflejadas desde el otro, de las cuales uno no se da cuenta. En ese sentido, cuando alguien pega o dice algo sobre otro, ese otro está implicado en el Yo, puesto que éste se formó de un otro. Al divertirse y gozar atacando a otro, se ataca y daña a eso de lo que (mi) Yo también participa, en cuanto que humanos todos, sujetos a los mismos avatares de la fealdad, la flaqueza, el sufrimiento, la debilidad, pobreza, ignorancia. En se sentido, el alíen, el extranjero, el raro, el diferente, es también el amado-odiado más próximo a sí mismo: el propio Yo.
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